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El Evangelismo y la Soberanía de Dios

    El Evangelismo y la Soberanía de Dios

    Dios nos ha ordenado que presentemos las buenas nuevas de salvación a las personas. Esta es la base y fundamento de hacer discípulos a todas las naciones (Mateo 28:18-20) Para muchos cristianos esto suena mas como una sugerencia que un mandato. Algunos piensan que la soberanía de Dios (Efesios 1:11) es decir, el hecho de que Dios salva de acuerdo a su plan y a su misericordia elimina la responsabilidad del hombre ante la encomienda de evangelizar. Esto es completamente erróneo.

    La Soberanía de Dios

    La soberanía de Dios no está en contra de la responsabilidad del hombre. De hecho, ambas ideas están fundamentadas completamente en la Biblia[1].  Ahora, para los que entendemos que Dios es, no solo quien salva sino que añade fe al que no puede creer, debe ser una satisfacción increible obedecer Su voz cuando nos pide que vayamos y presentemos el evangelio. Por su puesto, la noción de que Dios es “quien produce el querer como el hacer por su buena voluntad” nos hace a nosotros concientes de que solo somos herramientas en sus manos. Por lo tanto, la obediencia al mandato del Rey debe ser completa y sin reproche.

    Nuestra responsabilidad

    En primer lugar, debemos predicar a Cristo y solo a Cristo sin necesidad de trucos ni manipulaciones. Ciertamente, el hombre es responsable ante el Juez del universo y si el hombre no toma una decisión terminará en la eternidad alejado de Dios, pero aun a pesar de nuestra mejor intención, la manipulación trae arrepentimiento ficticio y decisiones falsas. En segundo lugar, debemos sentir el deseo profundo de presentar el evangelio constantemente porque nosotros hemos recibido primero el regalo de su misericordia y porque Él, en su gracia ha decidido usarnos como herramientas.  En tercer lugar, debemos descansar en el poder del Espíritu Santo para cambiar los corazones y dar fe al incrédulo. El trabajo del Espíritu Santo es transformar el corazón de piedra a uno que puede entender su pecado para que este individuo pueda reconocer que solo Cristo puede salvarle. En cuarto lugar, debemos obedecer este mandato constantemente. No es un ministerio para algunos en la iglesia sino la orden del Rey Soberano, de nuestro Rey Soberano.

     


    [1] Un libro que explica excelentemente este tema es El Evangelismo y La Soberanía de Dios” de J.I. Packer