La oración y la Soberanía de Dios
Todo creyente debe orar fervientemente. La Biblia explícitamente lo dice así. “Orad sin cesar” (1 Tes.5.17) Pero cuando se trata de la oración muchos cristianos caen en dos extremos peligrosos. El primer extremo es hacer de la oración una herramienta mágica con poderes propios convirtiéndola sin querer, en el objeto de nuestra adoración. Por otro lado hay creyentes que devalúan la disciplina de orar pues, “¿para qué?, si total Dios es soberano y ha de actuar de acuerdo a su voluntad.” Este grupo piensa que porque Dios es soberano entonces no hay razón valiosa en orar.
El problema es que en muchos casos no hemos entendido para que se nos ha pedido que mantengamos una vida constante de oración. En primer lugar, orar es obedecer. Orar es una respuesta de obediencia a Dios pues es Él quien nos pide que oremos.(Rom. 12.12) En segundo lugar, orar es confiar. Orar revela una actitud de confianza en el momento de necesidad (Fil. 4.6) Así mismo, orar es confesar nuestros pecados. Orar demuestra un espíritu de humildad cuando vamos delante de Dios pidiendo perdón y misericordia. (I Jn. 1.9)De la misma manera, orar es crecer. Orar manifiesta nuestro crecimiento en Cristo y en comunidad (I Ped. 4.7) Por supuesto, orar es adorar. Orar es una expresión de alabanza y agradecimiento. (Col. 4.2)
Todavía queda la pregunta, ¿puede nuestra oración cambiar la mente de Dios.
Dios espera que ores…
Hay pasajes en las Escrituras que presenta un cuadro de Dios, reaccionando ante las oraciones de sus siervos. Es cierto que Dios está en control de todas las cosas y que debido a su eternidad ya ha visto el cuadro completo de la historia humana. Aun así, la Palabra nos enseña qué Dios ha determinado que nuestras oraciones sean, en muchos casos, el vehículo para que algunas cosas pasen en nuestras vidas. Nuestra oración no cambia la mente de Dios pero en su soberanía, Él usa estas oraciones para bendecirnos y/o bendecir a otros. Por esta razón Él dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá,” (Mt. 7.7) Si no pedimos no recibimos, sino buscamos, no encontramos y sino llamamos, no nos abren. Entonces, hay momentos donde es necesario que oremos para que Dios nos dé lo que Él ya tiene destinado para nosotros. Aunque ya Dios ha hecho provisión, Él espera que tú y yo le pidamos o intercedamos por otros.
Cuidado…
Cuidado de pensar que nuestra oración tiene el poder de cambiar las cosas. Solo Dios tiene el poder de hacer maravillas. Cuidado de pensar que Dios tiene que darnos lo que pedimos. A veces Dios responde “no” o “espera” de acuerdo a su voluntad . Cuidado de dejar de orar porque “total ¿para qué?” Una vida sin oración es como un hombre en el desierto sin agua para beber.